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"Un gran compromiso a la Gran comisión y al gran Mandamiento haran un Gran Cristiano"  
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Es Imposible.! Dijo el Orgullo. " Es Arriesgado..! Dijo la experiencia." " No,no tiene Sentido.." Dijo la Razón." "Inténtalo..!! Susurro el Corazón... EL ESPIRITU DIJO: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece !! HNOS PIDAMOS A DIOS DISPONGA NUESTROS CORAZONES PARA QUE SIRVIENDOLE , ALCANCEMOS Y GANEMOS ALMAS, ALMAS QUE ENGRANDECERAN EL REINO QUE JEHOVÁ DIOS HA HEREDADO A SU AMADO HIJO CRISTO JESUS....EL ENVIADO. AMÉN!
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Acepta tu asignación

“Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica”

EFESIOS 2:10 (NVI)
Fuiste puesto en la tierra con un propósito: para servir a Dios y a los demás. Este es el cuarto propósito de Dios para tu vida. Siempre que sirves a otros de cualquier manera, verdaderamente estás sirviendo a Dios y cumpliendo uno de tus propósitos. No estamos en la tierra solo para respirar, comer, ocupar un espacio y divertirnos. Dios nos formó individualmente para que hiciéramos un aporte singular con nuestras vidas.
Dios te redimió para que hicieras su obra santa. Tú no eres salvo por buenas obras, sino para hacer buenas obras. En el reino de Dios, tienes un lugar, un propósito, un rol y una función que cumplir. Esto le da a tu vida un gran valor y significado. Una vez que has sido salvado, Dios intenta usarte en sus planes. Él te tiene un ministerio en su iglesia y una misión en el mundo.
“Él es quién nos salvó y escogió para su obra santa, no
porque lo merecíamos sino porque estaba en su plan”


2 TIMOTEO 1:9 (BAD)
Jesús dijo: “Tu actitud debe ser igual a la mía, porque
yo, el Mesías, no vine a ser servido sino a servir y a dar mi vida”


MATEO 20:27-28 (BAD)
Para los cristianos, el servicio no es opcional, algo que debe incluirse en nuestros horarios si disponemos de tiempo. Es el corazón de la vida cristiana. Jesús vino a servir y a dar, y esos dos verbos también pueden definir tu vida en la tierra. Servir y dar, en resumen, son el cuarto propósito de Dios para tu vida.
Formado para servir a Dios
“Dios obra a través de personas diferentes en maneras
diferentes, pero es el mismo Dios que cumple su propósito a través de todos
ellos”


1 CORINTIOS 12:6 (PAR)
Eres una obra de arte hecha a mano por Dios. No has sido fabricado en una línea de producción, ni ensamblado ni producido en cantidades industriales. Eres un diseño hecho a medida, una pieza original. Dios deliberadamente te hizo y te formó para que le sirvieras de una que hace tu ministerio único. Dios no solo te formó antes que nacieras, sino que planeó cada día de tu vida para apoyar su progreso para formarte. Eso quiere decir que nada de lo que pasa en tu vida es irrelevante. Dios usa todo eso para formarte para que ministres a otros y para servirlo a él.
Cómo te forma Dios para tu ministerio
Dios no desperdicia nada. Él no te daría habilidades, intereses, talentos, dones, personalidad y experiencias a menos que tuviera la intención de usarlos para su gloria. Si identificas y entiendes esos factores puedes descubrir la voluntad de Dios para ti. La Biblia dice que eres maravillosamente complejo. Eres una combinación de muchos factores diferentes. Cinco de estos importantes factores forman el acróstico: “F.O.R.M.A.”

Cuando Dios decidió crearte, determinó exactamente lo que necesitarías para tu
servicio singular. A esta combinación exclusiva de aptitudes se le llama
moldear o dar FORMA:
Formación espiritual

Oportunidades

Recursos

Mi personalidad

Antecedentes
Formación espiritual. Dios le da a cada creyente dones espirituales para usarlos en el ministerio. Son habilidades especiales que Dios da a los creyentes para servirle. Los dones espirituales son un regalo, no se pueden obtener o merecer. Son una expresión de la gracia de Dios para ti. No puedes escoger los dones que quieras tener, Dios es quien los determina. No nos dio el mismo don a todos. Por otra parte, ningún individuo recibe todos los dones. Tus dones espirituales no se te dieron para tu
propio beneficio sino para el de otros, así como los de ellos son para tu beneficio. Cuando usamos nuestros dones juntos, todos nos beneficiamos. Ese es el motivo por el que se nos manda descubrir y desarrollar nuestros dones espirituales.
Oportunidades. La Biblia usa el término corazón para describir el manojo de deseos, esperanzas, intereses, ambiciones, sueños y afectos que posees, en fin, tus oportunidades. Tu corazón es la fuente de todas tus motivaciones, lo que amas hacer y lo que más te importa. Tu latido emocional es la segunda llave para entender tu forma para servir. Cuando sirves a Dios de corazón, lo sirves con entusiasmo y efectividad. Descubre lo que te gusta hacer, lo que Dios te puso en el corazón, y hazlo para su gloria.
“Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús
para buenas obras”


EFESIOS 2:10 (NVI)
Entiende tu forma
“Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya
recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas”


1 PEDRO 4:10 (NVI)
Recursos. Tus recursos son los talentos naturales con los que naciste. Algunas personas tienen facilidad natural con las palabras. Otras tienen recursos atléticos innatos, son excelentes en la coordinación física. Otros son buenos en matemáticas, música o mecánica.
Para usar nuestros talentos en el servicio, necesitas entender cuatro verdades:

Todos nuestros recursos provienen de Dios.

Cada recurso puede usarse para la gloria de Dios.

Lo que soy capaz de hacer, esto es lo que Dios quiere que haga.

Si no los uso, los perderé.
Mi personalidad. Él nos creó a cada uno con una combinación única de atributos personales. Dios hace a los introvertidos y a los extrovertidos. A los que aman la rutina y a los que les gusta la variedad. Él hace personas pensadoras y perceptivas. Algunas trabajan mejor cuando se le asigna un trabajo individual mientras que otras trabajan mejor en equipo. No hay temperamentos “correctos” o
“equivocados” en el ministerio. Necesitamos todo tipo de personalidades para tener un balance en la iglesia y darle sabor.
“Hay diversas funciones, pero es un mismo Dios el que
hace todas las cosas en todos”


1 CORINTIOS 12:6 (NVI)
Antecedentes. Tú has sido formado por tus antecedentes en la vida, tus experiencias, la mayoría de las cuales estuvo fuera de control. Dios permitió todas ellas para su propósito de moldearte. Para determinar tu forma para servir a Dios debes examinar por lo menos seis tipos de experiencias: familiares, educacionales, vocacionales, espirituales, de ministerio y dolorosas. Es esta última categoría la que Dios usa la mayoría de las veces para prepararte para tu ministerio. Por cierto, el ministerio más grandioso surgirá de tu dolor más grande. Las experiencias que más te han dejado resentido y lastimado en la vida, las que has ocultado y has olvidado, son las que Dios quiere que uses para ayudar a otros.
Usa lo que Dios te ha dado
“Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado, como obrero
que no tiene de qué avergonzarse y que interpreta rectamente la palabra de
verdad”


2 TIMOTEO 2:15 (NVI)
La mejor manera de vivir tu vida es sirviendo a Dios de acuerdo a tu FORMA, para lo cual debes descubrir tus dones, aprender a aceptarlos y a disfrutarlos de modo que puedas desarrollarlos a su máxima expresión.

Dios quiere que descubras tu forma en particular. Comienza a encontrar y
clarificar lo que Dios quiere que seas y hazlo. En primer lugar, evalúa tus
dones y recursos. Luego, considera las oportunidades y tu personalidad. Por
último, examina tus antecedentes y extrae las lecciones que aprendiste.

Dios quiere que aceptes tu forma. Dado que Dios conoce lo que es mejor
para ti, debes aceptar con gratitud la forma en que te hizo. Tu forma fue
determinada soberanamente por Dios para su propósito, de manera que no
debes resentirla ni rechazarla. Por el contrario, deberías celebrar la forma
única que Dios te dio. Parte de aceptar tu forma es reconocer tus limitaciones.
Nadie es bueno en todas las cosas, y ninguno es llamado a hacerlas todas. Cada
uno tiene tus roles definidos.
“Por cuanto nosotros mismos hemos sido moldeados en todas
estas partes, excelentemente formadas y operando maravillosamente, en el cuerpo de Cristo, sigamos adelante y seamos aquello para lo que fuimos creados”


ROMANOS 12:5 (PAR)
Dios quiere que disfrutes la forma que te ha dado.
Satanás tratará de robarte el gozo del servicio tentándote en dos maneras: para
que compares tu ministerio a las expectativas de los otros. Si comparas
tu forma, tu ministerio o los resultados de tu ministerio con otras personas,
te desanimarás o te llenarás de orgullo. Cualquiera de estas actitudes te
pondrá fuera de servicio y te robarán tu gozo.
“Haz tu propio trabajo bien, para que entonces tengas de
qué estar orgullos. Pero no te compares con otros.”


GÁLATAS 6:4 (PAR)
Dios quiere que desarrolles tu forma. Dios espera de
nosotros que hagamos lo máximo con lo que él nos da. Debemos cultivar nuestros
dones y habilidades, manteniendo nuestros corazones ardientes, creciendo en
nuestro carácter y personalidad, ampliando nuestras experiencias de manera que
cada vez seamos más eficaces en nuestro servicio. Recuerda, en la eternidad
estaremos sirviendo a Dios por siempre. Pero ahora mismo nos podemos preparar
para el servicio eterno practicando aquí en la tierra. Estamos preparándonos
para las responsabilidades y recompensas eternas. Por ello, al igual que los
atletas que se preparan para las olimpiadas, nos entrenaremos y desarrollaremos
para ese gran día.
“Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de
Dios que está en ti.”


2 TIMOTEO 1:6
Como actúan los verdaderos siervos
“Y cualquiera que le da siquiera un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por ser seguidor mío, les aseguro que tendrá su premio”

MATEO 10:42 (DHH)
Es importante que conozcas tu forma para que sirvas a Dios, pero es mucho más relevante tener corazón de siervo. Los siervos verdaderos están disponibles para servir. Siempre deben estar listos para cumplir con sus deberes. Ser un siervo significa darla a Dios el derecho de controlar tu horario y permitirle que lo interrumpa en cualquier momento que lo necesite. Los siervos verdaderos prestan atención a las necesidades. Siempre están mirando las maneras de ayudar a otros. Cuando ven la necesidad, no dejan escapar la oportunidad.
“Por cuanto nosotros mismos hemos sido moldeados en todas
estas partes, excelentemente formadas y operando maravillosamente, en el cuerpo de Cristo, sigamos adelante y seamos aquello para lo que fuimos creados”


ROMANOS 12:5 (PAR)
Los siervos verdaderos hacen lo mejor con lo que tienen. No tienen excusas, ni postergan ni esperan mejores circunstancias. Solo hacen lo que se requiere. Dios espera que hagas lo que puedas con lo que tienes, dondequiera que estés. Los siervos verdaderos cumplen sus tareas con la misma dedicación.

Siguen las instrucciones de Colosenses 3:23 “Hagan lo que hagan, trabajen de
buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo”


Jesús se especializó en tareas humillantes que otros evadían. Él nunca se
consideró por encima de nada, porque vino a servir. Él hizo todas estas cosas y
no fueron molestia para su grandeza, lo hizo porque quiere que sigamos
su ejemplo.
“Póngase el delantal de humildad para servirse unos a
otros”


1 PEDRO 5:5 (PAR)
Los siervos verdaderos son fieles a su ministerio. Terminan sus tareas, cumplen con sus responsabilidades, mantienen sus promesas y completan sus compromisos. No dejan el trabajo a medias ni lo abandonan cuando se desaniman. Son dignos de confianza y responsables. Los siervos verdaderos mantienen un bajo perfil. No se promueven ni llaman la atención sobre sí mismos. Si se les reconoce por su servicio, lo aceptan humildemente, pero no permiten que la notoriedad los distraiga de sus trabajos. Los siervos verdaderos no sirven para la aprobación o el aplauso de otros. Viven para ser famosos solo para Dios.
Mentalidad de siervo
“La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús”

FILIPENSES 2:5 (NVI)
Para ser un siervo debes pensar como siervo. Dios está más interesado en por qué hacemos las cosas que en lo que hacemos. Los siervos piensan más en otros que en sí mismos. Se enfocan en los demás, no en ellos mismos. Esto es lo que significa “perder tu vida”, olvidándote de ti mismo para servir a otros. Jesús se despojó de sí mismo tomando forma de siervo (Filipenses 2:7 PAR). No puedes ser siervo si estás lleno de ti mismo. Solo cuando nos olvidamos de nosotros mismos podemos hacer cosas que merecen ser recordadas.
Los siervos piensan como mayordomos, no como dueños. Recuerdan que todo le pertenece a Dios. En la Biblia, un mayordomo era un siervo al que se le confiaba una propiedad. El servicio y la mayordomía van juntos, puesto que Dios espera de nosotros que seamos dignos de confianza en ambos aspectos. La Biblia dice:
“La única cosa que se requiere para ser tales siervos es
que sean fieles a su señor”


1 CORINTIOS 4:2 (PAR)
Los siervos piensan en su trabajo, no en lo que otros hacen. No comparan, critican, ni compiten con otros siervos o ministerios. Están muy ocupados haciendo el trabajo que Dios les asignó. Los siervos verdaderos no se quejan de las injusticias, no viven lamentándose ni se resienten con quienes no están sirviendo. Solo confían en Dios y continúan sirviendo.
Los siervos basan su identidad en Cristo. Dado que ellos recuerdan que fueron amados y aceptados por gracia, no tienen que probar su mérito no se sienten amenazados por tareas “inferiores”. Uno de los ejemplos más conmovedores de servicio es la imagen misma que Jesús muestra cuando lava los pies a sus discípulos. Los siervos piensan en el ministerio como una oportunidad, no como una obligación. Disfrutan ayudando a la gente, supliendo sus necesidades y realizando su ministerio. Sirven al Señor con regocijo (SALMO 100:2). Dios te usará si comienzas a actuar y pensar como un siervo.
El poder de Dios en tu debilidad
“Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en
la debilidad”


2 CORINTIOS 12:9 (NVI)
Dios nos usará si le permitimos trabajar por medio de nuestras debilidades. Para que esto ocurra debemos seguir el modelo de Pablo:

Reconoce tus debilidades. Admite tus imperfecciones. Sé honesto contigo mismo.
Hay dos grandes confesiones en el Nuevo Testamento a modo de ilustración. La
primera fue de Pedro, que le dijo a Jesús:
“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (MATEO
16:16 PAR).
La segunda fue de Pablo, que le dijo a la multitud idólatra:

“Solo somos seres humanos iguales a ustedes”
(HECHOS
14:15 PAR)
Agradece tus debilidades. La gratitud es una expresión de fe en la bondad de Dios. El corazón agradecido dice: “Dios, creo que me amas y sabes lo que es mejor para mí”. Pablo da muchas razones para alegrarnos con nuestras debilidades. Primero, nos hacen depender más de Dios. También previenen la arrogancia y animan la comunión entre los creyentes. Más que nada, aumentan nuestra sensibilidad relacional y ministerial. Dios quiere que tengas un ministerio parecido al de Cristo en la tierra. Eso quiere decir que otras personas van a encontrar sanidad en tus heridas. Tus grandes mensajes de la vida y tu ministerio más eficaz surgirán de tus heridas más profundas.
Comparte sinceramente tus debilidades. Ministrar empieza con vulnerabilidad. Pablo expresó con sinceridad sus fallas, sus sentimientos, sus frustraciones y sus temores. Por supuesto, cuando revelas tus debilidades, te arriesgas a ser rechazado. Pero los beneficios valen la pena. La vulnerabilidad es el camino hacia la intimidad. Por eso es que Dios quiere usar tus debilidades, no solo tus fortalezas. Si todo lo que la gente ve son tus fortalezas, se desalientan y piensan: “Bien, qué bueno por él o ella, pero yo
nunca podré hacerlo”. Sin embargo, cuando ven a Dios usándote a pesar de tus
debilidades, eso los consuela y piensan “! Puede ser que Dios me use ¡”
“Participamos de su debilidad, pero por el poder de Dios
viviremos con Cristo para servirlos a ustedes”


2 CORINTIOS 13:4 (NVI)
“Yo estoy contigo; eso es todo lo que necesitas. Mi poder
se muestra mejor en los débiles”


2 CORINTIOS 12:9 (BAD)
Gloríate en tus debilidades. En vez de mostrarte autosuficiente e insuperable, obsérvate a ti mismo como un trofeo de gracia. Cuando Satanás apunte a tu debilidad, acuérdate de Dios y llena tu corazón con alabanzas a Jesús, que entiende cada debilidad nuestra (HEBREOS 4:14) y al Espíritu Santo, que nos ayuda en nuestra debilidad (ROMANOS 8:26) Nuestras limitaciones no limitan a Dios.

 

 

cristianismo, en la que se conmemora, de acuerdo con los evangelios canónicos, la resurrección de Jesús al tercer día después de haber sido crucificado.

Domingo de Resurrecion, Bautismo y Santa Cena.
 

La Pascua marca el final de la Semana Santa, en la que se conmemora la crucifixión y muerte de Jesús. A la Semana Santa le sigue un período de cincuenta días llamado Tiempo pascual, que termina con el Domingo de Pentecostés.

El Domingo de Pascua es una fiesta móvil, lo que significa que no se fija en relación al calendario civil. El Primer Concilio de Nicea (año 325) estableció la fecha de la Pascua como el primer domingo después de la luna llena tras el equinoccio de primavera en el hemisferio norte. La fecha por tanto, varía entre el 22 de marzo y el 25 de abril. El cristianismo oriental basa sus cálculos en el calendario juliano, por lo que su fecha se sitúa entre el 4 de abril y 8 de mayo.

Pentecostés (del griego Πεντηκοστή (ημέρα), Pentekosté (heméra) "el quincuagésimo día") describe la fiesta del quincuagésimo día después de la Pascua (Domingo de Resurrección) y que pone término al tiempo pascual.

En Pentecostés (ó Domingo de Pentecostés) se celebra el descenso del Espíritu Santo y el inicio de la actividad de la Iglesia, por ello también se le conoce como la celebración del Espíritu Santo.

Siete semanas son cincuenta días, de ahí el nombre de “Pentecostés” (= cincuenta) que recibió más tarde. La fiesta de Pentecostés es uno de los Domingos más importantes del año, después de la Pascua. En el Antiguo Testamento era la fiesta de la cosecha y, posteriormente, los israelitas, la unieron a la Alianza en el Monte Sinaí, cincuenta días después de la salida de Egipto.

En el calendario cristiano con Pentecostés termina el tiempo pascual de los 50 días. Los cincuenta días pascuales y las fiestas de la Ascensión y Pentecostés, forman una unidad. No son fiestas aisladas de acontecimientos ocurridos en el tiempo, son parte de un solo y único misterio.

Aunque durante mucho tiempo, debido a su importancia, esta fiesta fue llamada por el pueblo segunda Pascua, la liturgia actual de la Iglesia, si bien la mantiene como máxima solemnidad después de la festividad de Pascua, no pretende hacer un paralelo entre ambas, muy por el contrario, busca formar una unidad en donde se destaque Pentecostés como la conclusión de la cincuentena pascual. Vale decir como una fiesta de plenitud y no de inicio.

La fiesta de Pentecostés, es el segundo domingo más importante del año litúrgico en donde los cristianos tienen la oportunidad de vivir intensamente la relación existente entre la Resurrección de Cristo, su Ascensión y la venida del Espíritu Santo.

Durante este día se celebran en distintos lugares del mundo procesiones religiosas, así como celebraciones litúrgicas. Las costumbres del Domingo de Resurrección varían en todo el mundo cristiano, hoy en Nuevo Pacto lo Celebramos Bautizando y conmemorando con los nuevos Hnos. la Santa Cena del Señor.



 

 

La palabra hogar se usa para designar a un lugar donde un individuo o grupo habita, creando en ellos la sensación de seguridad y calma. En esta sensación se diferencia del concepto de casa, que sencillamente se refiere a la vivienda física. La palabra hogar proviene del lugar en el que se reunía, en el pasado, la familia a encender el fuego para calentarse y alimentarse. Se aplica también a todas aquellas instituciones residenciales que buscan crear un ambiente hogareño, por ejemplo: hogares de retiros, hogares de crianza, etc.



 

 Etimología

El término hogar tiene una etimología curiosa, derivado del latín «focus» – «hogar» (como lugar en la casa donde se prepara el fuego) que luego viene extendido a referirse a la casa misma o a la familia que habita en ella.





 

 

 


No evite sus problemas,
prepárese para enfrentarlos


Quizás usted se ha estado sintiendo tan consumido(a) en sus preocupaciones y conflictos
personales que pareciera que no tienen remedio en un futuro cercano y usted ya
no sabe qué hacer. Es probable que usted se vea a sí mismo como una persona
buena, quizás es creyente en Dios pero a pesar de esto las cosas no le salen
bien y después de ser una persona positiva y fuerte ahora esta luchando contra
ataques de depresión y angustia, incluso a buscado a sus amigos y familiares
más cercanos para ver si estos le pueden ayudar en su situación, solo para
darse cuenta que cuando los problemas serios llegan son muy pocos los que
tienen el tiempo o el deseo de escuchar sus problemas y su situación se le
complica tanto a menudo que simplemente no comprende cual es la posición de
Dios en todo esto.


No está solo(a) esta situación es tan común que quizás pueda no estarle sucediendo a usted pero
es casi seguro que conozca a alguien que si esta pasando esto en este momento.


De tener el control a perderlo todo


Algunos se preguntan ¿Cómo puede ser que una persona puede ir de ser un “cristiano que
todo lo tiene bajo control” a una persona que siente que todo lo ha perdido?

¿Es acaso esto posible?


Lamentablemente si, y esto sucede ahora mismo en la vida real. Todos hemos experimentado alguna
vez en nuestro andar con Dios alguna situación que en nuestro egoísmo e ignorancia creemos no merecer y nos vemos confrontados con lo que decimos que creemos, situaciones en las que nuestra fe deja de ser una frase bonita de domingo y es puesta a prueba, situaciones difíciles como una perdida familiar, un divorcio, una crisis económica o una enfermedad seria son olas tan grandes en esta vida que algunas veces derrumban hasta los hombres y mujeres más fuertes y aquella persona que se miraba una vez tan fuerte en la fe y estable
en su convicción, ahora es una persona sumamente confundida y débil en sus convicciones.



 

¿Qué salió
mal? ¿Qué pasó? ¿Donde está Dios?



 

Son tantas las
preguntas que vienen a la mente en momentos de crisis y regularmente lo primero
que se nos ocurre a los seres humanos en especial a los cristianos es juzgar,
en vez de ser los primeros en consolar y restaurar. Usualmente tendemos a creer
que aquella persona hizo algo malo para estar así, juzgamos que quizás no oraba
lo suficiente, que quizás no tenía suficiente fe, o que no asiste a la iglesia
con regularidad, no diezma, no ayuna etc; y es por eso que estas calamidades le
han sobrevenido, pero la realidad es que esto es un error, pues gente muy
entregada a Dios pasa este tipo de dificultades también y nada tienen que ver
sus obras pues nadie esta exento de pasar tribulaciones en este mundo incluso
los mas piadosos.



 

Debemos aprender
algo sumamente importante y es que los problemas y las situaciones adversas
como enfermedades, escasez económica, perdidas familiares, etc. son parte de
nuestra experiencia humana y el que las padezcamos no es incompatible con la
palabra de Dios ni nos hace menos, de hecho que a nadie se le ha prometido un
pase especial al convertirse a Cristo ni se le promete que no le sucederá nada
negativo a partir de ese momento, por el contrario al venir a los caminos de
Dios la biblia nos enseña que encontraremos oposición no solo espiritual sino
física y psicológica incluso de parte de nuestros seres más allegados, pero
también nos dice que este sufrimiento y persecución no serán en vano y serán
recompensados y los que nos hicieron pasar dificultad tendrán su paga en su
momento.



 

Hay una tendencia
a creer que si Dios no actúa a nuestro favor de la manera en que queremos, no
es merecedor de nuestra fe y devoción hacia Él, y es esto es un error. A Dios
hay que creerle por quien Él es y no por lo que nos pueda dar.



 

Lucas 17:1 Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible es
que no vengan tropiezos;



 

Juan 16:33, Jesús dijo, “En el mundo tendréis
aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.”



 

1 Pedro
4:12
Amados, no os
sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa
extraña os aconteciese



 

1 Pedro 1:7 para que sometida a prueba vuestra fe,
mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego,
sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo



 

Él está en
control



 

Mi amigo(a) Dios
no falla, ni nada le sorprende, a Dios no se le puede tomar por sorpresa pues
en su eterna sabiduría las estrellas, los planetas, el sol, la luna y todo
cuanto existe se mueve a una perfección inimaginable, así que, ¿Qué tan difícil
puede ser tu situación para Dios si la comparas con estas cosas? Él está en
control de todo, ahí en el momento de tu angustia aun cuando no lo ves el está
actuando moviendo cosas, situaciones, pensamientos, decisiones etc. Así que
todo tiene su propósito en Él, solo debes confiar y aceptar sus decisiones,
pues Él no actúa con motivaciones extrañas, por más difícil que se vean las
situaciones con Dios todo es para bien.



 

Romanos
8:28
Y sabemos que
a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que
conforme a su propósito son llamados.



 

Así que en vez
de preocuparse o ir en busca de alguien que le compadezca, y dar lastima use la
fuente que usted conoce que nunca fallará: Dios.



 

Prepárese



 

Hay que entender
la importancia de prepararse mental y espiritualmente para los problemas y
ataques a nuestras vidas y dejar de huir o quejarnos tanto por qué esto no es
opcional ya que donde exista un ser humano ahí habrá un situación complicada,
una enfermedad o un conflicto tarde o temprano, sea o no sea Cristiano.



 

Dios nos ha dado
la habilidad de tratar con las tormentas de la vida al confiar en Jesús, si
bien es cierto a los hijos de Dios no se nos ha prometido una vida sin
problemas, si se nos ha prometido una vida de paz y de victoria y esta victoria
es nuestra fe.



 

1 Juan 5:4 Porque todo lo que es nacido de Dios
vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.



 

La fe en Dios
hace cosas extraordinarias mi amigo(a) pero más allá de sanar enfermos y de
resucitar muertos hay algo mucho más impresionante que una señal y es que la fe
causa una paz fuera de lo común en medio de la tormenta, es esa certeza de que
todo estará bien en medio de la aflicción, es la alegría en medio de la enfermedad,
es el poder de sentirse amado(a) y tranquilo(a) en medio de una situación que
parece imposible, y Dios recompensa esto y lo estima en gran manera.



 

Aprendamos de
Job



 

Al igual que Job
en la Biblia, vendrán épocas en que los desafíos nos golpearan por todos lados
y en ese momento de angustia y de dolor lo que menos hacemos es recurrir a
Dios, sino que con ira nos volvemos a hacer lo incorrecto, pero mi amigo(a)
tenga la certeza que la Palabra de Dios es la solución a cualquier problema.
Cuando usted permita qué sus decisiones sean basadas en la Palabra de Dios,
usted abre la puerta para qué Dios entre y cambie la situación a su alrededor,
sea lo que sea.



 

Según la biblia
Job era un hombre que había enfrentado situaciones terribles. Sus hijos fueron
muertos, su ganado fue destruido y él fue herido con una sarna maligna desde la
planta del pie hasta la coronilla de la cabeza y todo esto siendo un hombre
justo. Job había perdido todo y fue tentado a maldecir a Dios y morir porque su
estado era lamentable. Pero Job no lo hizo. Más bien, él aunque pasó una época
quejándose y haciendo preguntas, nunca dejo a Dios. Y como resultado, Dios
restauró todo lo que había perdido.



 

Si bien es cierto
la situación de Job es un caso extremo, el principio es el mismo, en vez de
echarle la culpa a Dios por nuestra situación, dejemos de lamentarnos y buscar
lastima y tomemos conciencia de nuestras acciones parándonos firmes en la fe
confiando en que Dios resolverá en su tiempo lo que haya que resolver.



 

¿Que harás
cuando las tormentas de la vida te golpeen?



 

¿Te volverás un
necio en medio de la prueba obsesionado por tratar de arreglarlo todo? o
¿Pedirás dirección a Dios primero? No hay desafió demasiado grande que Dios no
pueda resolver, Él puede hacer que todo trabaje a tu favor cuando usted le ore
y le busque. Lo que usted encuentra difícil, Dios lo puede hacer fácil, así que
no se fije en su alrededor, no trate de buscarle explicación a las cosas, más
bien trate de resolverlas confiando en que sea lo que sea que Dios resuelva es
lo mejor.



 

Usted debe saber
cuando hacerse a un lado y dejar trabajar a Dios para que así Él pueda hacer
los cambios necesarios en su vida, muchas veces nuestra falta de respuesta es
que nos inmiscuimos en lo que Dios desea hacer y traemos más problemas a
nuestras vidas que soluciones.



 

Debemos dejar de
preocuparnos tanto, de quejarnos y de tratar de arreglar las cosas con nuestra
propia habilidad. Cuando usted con su ansiedad de ver resultados inmediatos se
inmiscuye en el trabajo de Dios, impide que las promesas de Dios puedan obrar
en su vida. En lugar, medite en las Sagradas Escrituras, busque entendimiento y
crea lo que Dios hará por usted. Dios le dará la respuesta y le indicará lo que
debe hacer y cuando hacerlo, no se precipite y busque la dirección de Dios
primero y luego actúe según su guía.



 

No se olvide que
Dios está siempre cerca, no algunas veces, siempre. Sepa que no hay manera
rápida para cada obstáculo que usted enfrente en su vida, pero si es creyente
en Dios, tiene todo lo que necesita para enfrentar esos tiempos difíciles. Ore
a Dios y Él responderá. Él ha prometido que nunca le abandonará.



 

Juan 14:27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os
la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.





La Pascua, también llamada Pascua Florida, Domingo de Pascua,Domingo de Resurrección o Domingo de Gloria es la fiesta central del

 
 

 
 
 




PASIÓN Y MUERTE DE CRISTO

 

El término griego páscho (y el sustantivo derivado páthema) con el significado de experimentar, soportar, padecer, aparece en el Nuevo Testamento 42 veces, referido ordinariamente al sufrimiento de Cristo y del cristiano.

 

Históricamente está comprobado que a Jesús le infligieron sufrimientos y tormentos que culminaron en la crucifixión. No obstante, lo que más resalta en los escritos neotestamentarios son las frecuentes afirmaciones según las cuales su pasión y muerte tienen un valor de salvación para todos los hombres. Una visión semejante se encuentra va en las capas más antiguas de la formación del pensamiento neotestamentario (cf., por ejemplo, 1 Cor 15,13: Rom 4,24; 1 Tes 4,14: 1 Pe 3,18, etc.). Un buen número de autores ha avanzado la hipótesis de que semejante valoración de la pasión/muerte de Jesús debe considerarse como el fruto de la relectura del acontecimiento a la luz de la nueva comprensión que adquirieron los discípulos de la función y persona de Jesús después de su resurrección. No obstante, algunos estudios recientes han demostrado que esta idea debe remontarse al propio Jesús de la historia. Su "servicio» sin límites, su entrega incondicionada al Dios del Reino y al Reino de Dios como presencia y soberanía de Dios entre los hombres, encontró su cumplimiento y su sello en el don de sí mismo al Padre por la salvación como " rescate» de la "multitud» (cf. Mc 10,45 y par.), en el sufrimiento hasta la muerte que le infligieron los hermanos amados por él hasta el extremo (cf. Jn 1 3,1 ). Esta intención aparece con claridad en el gesto realizado por Jesús en la última cena acompañado de palabras que, aunque en su formulación actual son explicitaciones teológicas y fórmulas litúrgicas estilizadas pospascuales (cf. Mc 14,22-25; Mt 26,26-29; 22,14-18; 1 Cor 11,23-25), permiten captar con fundada certeza su intención de dar su vida por la salvación de los hombres.

 

Los autores de los escritos del Nuevo Testamento que consideran ya la pasión/muerte de Jesús a la luz de su resurrección y relacionan siempre los dos momentos/aspectos, narran ese acontecimiento proclamando su valor salvífico en fórmulas litúrgicas (cf. los pasajes antes citados) y en historias de la pasión (en los cuatro evangelios). El contenido común de estos pasajes neotestamentarios es que la pasión/muerte de Jesús es el acontecimiento en el cual y con el cual Dios, el Padre, entregó a la muerte a su propio Hijo (cf. Rom 8,3) para reconciliar consigo al mundo, y Jesucristo aceptó con libre obediencia de amor este designio del Padre por amor a sus hermanos (cf. 2 Cor 5,17ss; Gál 2,20; etc.).

 

Los datos del Nuevo Testamento sólo pueden comprenderse debidamente si se tienen presentes: la intención del Jesús histórico, que acabamos de señalar; el acontecimiento de la resurrección en el que la pasión/muerte de Jesús aparece superada, pero "dispuesta» por Dios por un fin positivo para la humanidad; la relectura de la pasión-muerte a la luz del valor expiatorio purificador-salvífico de la pasión/muerte del Siervo de Yahveh de 1s 53; la visión del valor salvífico del sufrimiento de los justos martirizados difundida ampliamente en el judaísmo tardío (2 Mac; 4 Mac; 4 Esdr, etc.). Además, las afirmaciones neotestamentarias sobre la pasión, a menudo sintetizadas en la preposición hypér por y otras equivalentes, no deben aislarse nunca del compromiso del Jesús histórico por el Reino, como nos enseñan claramente los evangelios; esta conexión hace comprender mejor las motivaciones históricas de la pasión de Jesús y al mismo tiempo la dirección que sus discípulos de todos los tiempos tienen que tomar en su "seguimiento e imitación» del Jesús doliente y mártir: la de la construcción del Reino en la historia como compromiso por un mundo según el corazón de Dios, que lleva consigo la pasión, el sufrimiento y a veces la muerte como consecuencias de la lucha contra el mal, pero que tienen una promesa de victoria por parte de Dios.

 

La época patrística prestó gran atención a este acontecimiento cristológico fundamental tanto por su importancia objetiva como por motivos apologéticos. Al contexto cultural helenista en que los Padres tuvieron que inculturar el mensaje neotestamentario le resultaba difícil aceptar un mensaje que anunciaba la pasibilidad, la pasión e incluso la muerte del Hijo de Dios. Un buen número de errores (herejías) elaborados por los mismos cristianos tenía precisamente como base esta precomprensión cultural. Los Padres tuvieron que remachar constantemente que el Hijo de Dios se encarnó y padeció realmente por la salvación del hombre (cf DS 6; 62; 325; 423. 442; 502: etc.). En este contexto los monjes escitas acuñaron también la expresión "Unus de Trinitate passus est in carne" ("Uno de la Trinidad padeció en la carne»), considerada ortodoxa por el papa Juan II (cf. DS 401; en esta línea se colocó también el concilio de Constantinopla II: cf DS 432). Entre los Padres griegos y latinos hubo una sensible diferencia en la valoración teológica de la pasión/muerte de Jesús. Los primeros prefirieron ver la pasión de Jesús como el momento más profundo de la inserción del Verbo/Hijo eterno de Dios en nuestro mundo de corrupción, de pasibilidad y de mortalidad, para redimirlo desde; dentro y llevarlo a la forma de vida inmortal, incorruptible, bienaventurada, divina (divinización): los segundo situaron la pasión eminentemente sobre el trasfondo del pecado como caída moral responsable del hombre, de la que es levantado mediante la restitución del honor debido a Dios y por tanto en el orden de la justicia (Tertuliano, Cipriano, Agustín, Gregorio Magno). Esta visión encontró su forma más completa en la doctrina anselmiana de la satisfacción (satisfactio): la pasión/muerte de Jesús tiene valor salvífico en cuanto que constituye el acto supremo de libre obediencia al Padre del Hijo hecho hombre, capaz de reintegrar a la humanidad en la amistad salvífica de Dios (cf Cur Deus homo?).

 

La teología medieval se movió en la línea trazada por san Anselmo, aunque subrayando más la libertad de Dios al decidir este orden de salvación. La piedad popular y la espiritualidad medieval y de la época moderna dieron un gran relieve a la pasión de Cristo como modelo que representar y que imitar.

 

La Reforma (especialmente en M. Lutero y en Calvino) privilegió la reflexión sobre la pasión/muerte en la cruz de Jesús (theologia crucis), haciendo de ella no solamente el argumento central de su espiritualidad y de su teología, sino también el principio interpretativo de la revelación y de las intenciones salvíficas de Dios en la historia, así como de la autenticidad de la vida de la Iglesia y del cristiano.

 

La teología contemporánea por su parte ha integrado adecuadamente en su reflexión el alcance salvífico de la pasión/muerte de Jesús. Esta teología se distingue del pasado por algunas operaciones de recuperación y de reelaboración del significado . de este acontecimiento; pone más atención en las causas de su concreción histórica, la inserta con mayor claridad en la trama histórica de la vida de Jesús y la ilumina a la luz de su resurrección: en particular prefiere verla, a la luz del Nuevo Testamento, como consecuencia del servicio (pro-existencia) que Jesús prestó al hombre hasta el don de su vida para gloria de Dios/Padre. Algunos teólogos (especialmente Moltmann, H. U. von Balthasar, E. Jüngel) han intentado señalar las raíces últimas de la pasión/muerte de Cristo en la misma realidad divina de Dios como amor radical, que se manifiesta así precisamente al asumir y compartir con el hombre el sufrimiento del mundo. La teología del Tercer/Cuarto Mundo prefiere ver en la pasión/muerte de Jesús el fruto de la violencia y del pecado del hombre y basar en ella (a la luz de la resurrección de Cristo) el compromiso de lucha contra las causas de la violencia y del sufrimiento de los pobres por el establecimiento del Reino como mundo de auténtica fraternidad en Cristo y en Dios.

LECTURA ESPIRITUAL

El acontecimiento de la pasión constituye el punto central y fontal de la tradición evangélica, tanto en relación con la experiencia personal de Jesús como con la de los cristianos. No se trata, evidentemente, de canonizar el dolorismo como ideal de vida, sino del hecho de que la pasión, como parte integrante del misterio pascual de Cristo (muerte y resurrección) es la suprema revelación y comunicación del amor salvífico de Dios (Rom 5,8; Gál 2,20; Jn 3,16; 5,12-13; 1 Jn 4,9-10; Ap 1,5-6). En esta perspectiva el evangelio de Marcos, como prototipo del género literario evangélico, fue definido justamente como "un relato de la pasión, dotado de una detallada introducción » (M. Kahler). Efectivamente, el relato de la pasión en los evangelios, a pesar de que parece prevalecer el interés por los datos históricos que recoge, esconde profundas y eminentes intenciones teológicas. En los límites obligados de este artículo nos detendremos en la presentación de estas intenciones, dejando al margen los problemas de crítica histórica y literaria, que pueden fácilmente encontrarse expuestos en otros lugares.

 

1. La pasión, suprema realización de Cristo, Hijo del Padre y salvador de los hombres.- La pasión no sólo se narra, sino que fue anunciada de antemano varias veces por Jesús (Mc 8,31-33; 9,30-32; 10,32-34 y par.). Este hecho subraya que se trata del acontecimiento salvífico central de la historia de la salvación, en cuanto que representa el momento culminante de la vida y de la obra mesiánica de Cristo, dato expresado por Juan con los motivos teológicos del momento de la muerte en la cruz como momento de su "exaltación» (Jn 3,14-15; S,ZS; 12,32-34) y del cumplimiento de su «hora» específica, es decir, la hora en que él se realiza plenamente a sí mismo como «Hijo» del Padre y redentor de los hombres (Jn 7 30; S,20; 12,23.27, 13,1; 17 1).

 

a} Amor obediente incondicionado al Padre. Este dato aparece desde el principio del ciclo de la pasión, y marca de forma decidida la orientación de todo su desarrollo sucesivo. Juan lo enuncia al final de la cena: « Es preciso que el mundo sepa que yo amo al Padre y hago lo que el Padre me ha mandado. Levantaos, ¡vámonos de aquí! » (Jn 14,31). Los sinópticos aluden a esta actitud interior de Jesús sobre todo con la oración de la agonía de Getsemaní: " ¡Abba, Padre! Todo es posible para ti; ¡aparta de mí este cáliz! Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú» (Mc 14,36 y par.). La pasión resume en este aspecto lo que fue característico de toda la existencia anterior de Jesús y lo lleva a su cima más alta (Jn 4,34; 5,30; 6,38; 17,4), por lo que la tradición cristiana primitiva leerá sintéticamente el significado de aquellas horas supremas de Jesús como la expresión principal de su obediencia al Padre (Rom 5,19; Flp 2,8; Heb 5,8; 10,5-10).

 

b} Amor solidario con y por los hombres. El horizonte de la voluntad del Padre para con el Hijo abarca también el destino de la humanidad: Jesús tuvo siempre conciencia de este hecho: «Yo no rechazaré nunca al que venga a mí. Porque yo he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y su voluntad es que yo no pierda a ninguno de los que él me ha dado» (Jn 6,37-39). Por eso la pasión es también el momento de su supremo amor solidario con y por los hombres. San Pablo lo subraya recordando el momento en que Cristo, con el gesto de la institución de la eucaristía, anticipa proféticamente en el cenáculo aquel ofrecimiento completo de sí mismo a los hombres, que habría de realiza al día siguiente en el plano efectivo en el Calvario: "Jesús, el Señor la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi cuerpo entregado por vosotros"» (1 Cor 1 1,23-14). Cristo, fiel hasta el fondo al proyecto del Padre sobre él, se entrega completamente a los hombres precisamente en el momento en que éstos, en la persona de Judas y de los dirigentes del pueblo escogido, lo rechazan definitivamente, Este mismo dato es el que resalta el gesto del lavatorio de los pies a los discípulos al comienzo de la última cena (Jn 13,1-17): este gesto tiene la finalidad de indicar que todo lo que Cristo vive en las horas sucesivas constituye el acto decisivo por su parte de servir a los hombres, sus hermanos. Los evangelios habían recordado ya anteriormente que aquí es donde se resume todo el objetivo de su vida: «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su propia vida en rescate de la muchedumbre» (Mc 10,45. Mt 20,2S). La función primordial de este servicio consistió precisamente en revelar a los hombres el amor del Padre (Jn 1,1 S) y ellos percibieron este misterio contemplando precisamente a Cristo crucificado : « En esto hemos reconocido el amor, en que él dio su vida por nosotros» (1 Jn 3,16), En el Crucificado vieron la plena manifestación del amor del Hijo unigénito: «Dios nos ha manifestado el amor que nos tiene enviando al mundo a su Hijo único, para que vivamos por él, El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo para librarnos de nuestros pecados » ( 1 Jn 4,9-10). Por eso se ve la pasión como la expresión suprema del amor de Cristo a «los suyos»: "Era la víspera de la fiesta de la Pascua. Jesús sabía que le había llegado la hora de dejar este mundo para ir al Padre, Y él, que había amado a los suyos, que estaban en el mundo, llevó su amor hasta el fin » (Jn 13,1).

 

2. La experiencia de la pasión como dato específico del seguimiento de Cristo.- La reciente exégesis ha subrayado en varias ocasiones la dimensión y la función catequética de los relatos de la pasión. En este sentido constituyen, cada uno desde diferentes ángulos, diversos intentos de la Iglesia primitiva por acercarse al misterio de la persona de Cristo. En efecto, es en la pasión donde Cristo hizo la revelación más plena de sí mismo. Pero ésta no fue una revelación estática, conceptual, puramente anagráfica de Cristo, sino que se desarrolló en un plano intensamente dinámico, ya que reveló a Jesús a través de la trama palpitante de cómo vivió su existencia como proyecto del Padre. Por tanto, su pasión fue leída y propuesta a los creyentes para que tuvieran un criterio seguro y cualificado con que saber orientar su vida en sentido «cristiano», es decir, viviendo su llamada a la fe como «seguimiento de Cristo».

 

Este seguimiento se condensa esencialmente en compartir hasta el fondo no sólo el proyecto de vida vivido por Jesús, sino también su destino. A este propósito es elocuente la condición esencial para el «seguimiento»..." Si alguien quiere venir detrás de mi, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga» (Mc S,34), en donde «tomar la propia cruz» evoca el momento en que el condenado a muerte cargaba sobre sus espaldas el patibulum para dirigirse al lugar de la ejecución. Por eso, seguir a Jesús significa estar dispuestos a morir, como él, si lo exige la fidelidad a la voluntad del Padre (Mc 14,36 y par.). Lucas precisa que esta disponibilidad debe ser la de "cada día», sugiriendo que tiene que impregnar toda la vida del creyente. Esta conciencia se expresa claramente en la tradición sinóptica por el modo con que se dispone en ella el material catequético sobre el seguimiento. Sigue siempre a los tres anuncios de la pasión por parte de Jesús (Mc 8,31-33.34-38 y par.; 9,3032.33-37 y par.; 10,32-34.35-45 y par.).

 

La intención es palpable: se quiere dar a comprender de este modo que los verdaderos rasgos del seguimiento, con todo lo que éste implica, sólo pueden comprenderse a la luz del destino de Jesús, luz que es la única que nos presenta en toda su plenitud el verdadero rostro del maestro al que se desea seguir.

 

San Pablo ahonda en estas reflexiones con el principio de la imitación de Cristo, que lejos de identificarse con la reproducción de determinadas formas exteriores de comportamiento, supone más bien la asunción real de los sentimientos más específicos de Jesús, de las orientaciones de fondo de su ánimo. Así, al inculcar la caridad fraterna, apela al hecho primordial de la encarnación con todo lo que ésta supuso: el anonadamiento de Cristo que lo llevó a hacerse hombre y a vivir completamente para el Padre y para los hombres hasta la obediencia de la cruz (Flp 2,1-4.5-11; Ef 5,1-2). Vuelve a proponerse este mismo principio para el amor que perdona (Ef 4,32). Por lo demás, se trata de la línea directiva propuesta por el mismo Jesús: no sólo exige que «nos amemos mutuamente», sino que amemos «como yo os he amado», especificando que él dio su vida por nosotros, sus amigos (Jn 15,1213). Sólo así es como no se reniega del Maestro, siguiéndolo sólo «de lejos», como hizo Pedro en la pasión (Mc 14,54 y par.); y al contrario, así es cómo uno «mora en él», sin equívocos (Jn 1,39), y cómo lleva la cruz «detrás de Jesús», de la misma manera que Simón de Cirene (Lc 23,26; cf 9,23; 14,27. Gál 2,20).

 


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